domingo, 23 de septiembre de 2012

En busca del camino a la felicidad

Son tiempos convulsos. Occidente atraviesa una crisis existencialista y de valores, Asia crece renunciando a sus valores mientras que en África y Oriente Medio las guerras diezman una población más y más hundida. Pero en nuestra casa, la televisión funciona y con eso, a muchos les basta para seguir adelante.

informacion

Más y más canales, más y más información. Creemos vivir en constante estado información total, necesitamos estar al día de todo. Facebook, las noticias por los medios tradicionales, la televisión en general, internet, la radio en menor medida, la prensa escrita… El que no está al último grito del mundo, no es nadie. Y así avanzamos día tras día, sometidos a un gran estruendo de información constante, datos y opiniones de toda índole. Una persona que no ha seguido un día de informativos puede sentirse en otra galaxia en la pausa del café en el trabajo.

Pero vomitar la información que nos han introducido por vía intravenosa no tiene porqué ser un ejercicio sano. Esta bulimia informativa es muy peligrosa más aún cuando nos percatamos que en la mayoría de los casos, la información que se nos suministra en pallets está vacía. No tiene contenido ni identidad, no tiene carácter y en definitiva no es útil.

¿A qué mecanismos estamos sometidos hoy en día por los medios de comunicación?

La sobreinformación y el periodismo

Al respecto de la televisión y los medios en internet, sorprenden algunos puntos. Recientemente observé un célebre canal informativo en el que pude captar cinco vías de información que se distinguían entre ellas por la velocidad a la que circulaban por la pantalla y por el sentido humano al que se dirigían. En efecto, el presentador explicaba una notica (de gran trascendencia para la vida de miles de personas en Síria). Mientras tanto, una primera franja se desplazaba con la temperatura esperada para las siguientes horas. Debajo de ésta circulaba otra franja a mayor velocidad con las noticias regionales. Ya van tres. Debajo de ésta, circulaba otra línea con noticias deportivas y en el borde superior de la pantalla desfilaban los últimos valores cotizados en Wall Street.

Cuatro informaciones escritas y una voz narrando muertes. Todas ellas irradiando información.

Demasiada información por segundo para ser realmente captada por el espectador que cada vez más se transforma en un observador pasivo ante la televisión. Quizá el estrés en el trabajo, el ritmo consumista en el que vivimos actualmente y otros factores sociológicos que ciertamente desconozco, nos cansan y nos postran delante del televisor horas y horas sin saber qué estamos mirando realmente, buscando tan solo un pasatiempo para el que ningún esfuerzo físico o mental sea necesario. Esperamos que otro día pase.

Y el resultado es que al día siguiente de conocer noticas espeluznantes como la muerte de 2.000 personas por un régimen autoritario en una sola noche, éstas se comentan en la calle con total frialdad llegando a oír frases del estilo “se lo merecen por no rebelarse antes” u otras barbaridades semejantes. No es culpa de la persona: la noche anterior simplemente se sentó sobre el sofá y conectó su cerebro con un cable invisible que le unía incondicionalmente a la televisión como si de un tubo se tratase. Sin ningún filtro en su cerebro pudo gestionar tal avalancha de información mal transmitida y la colocó directamente en su cerebro. Sin conocimiento del contexto, la opinión puede ser de cualquier índole.

La pregunta hacia la que nos debemos orientar es: ¿cual es la función de un periodista hoy en día?. Actualmente, agencias de información recaban información en todo el mundo para luego venderla a televisiones y periódicos (es típico ver la marca “fuente: EFE” por ejemplo). Corríjanme si me equivoco pero el rol de un periodista televisivo se ha reducido a leer una noticia en un tiempo definido por un servicio de marketing, con un estilo orientado a atraer un tipo u otro de audiencia (sembrando el pánico o por el contrario pareciendo ponderado en sus palabras) y procedente de una fuente ajena a la televisión.

Ni canaliza, ni analiza (¡que es muy diferente a opinar!) y por supuesto, ni siquiera contextualiza apropiadamente la noticia. Un avión se estrella y perecen 300 personas. El telediario dice “la investigación sigue abierta”. Un año después, se han hecho muchos avances sobre el accidente el vuelo Air France de Rio de Janeiro a Paris pero a nadie le interesa y ningún telediario habla ya sobre las razones técnicas del accidente. Se supone que la audiencia no desea oír tecnicidades al llegar de casa. Esta audiencia tan solo quiere saber cuantas personas han muerto en el accidente…

Se nos transmite el miedo por el bombardeo constante de informaciones catastrofistas, se nos infunda el pánico u obsesiones por la desinformación a la que se nos somete cada día en prensa y televisión, no se abren las puertas a opiniones alternativas y poco a poco, el pensamiento único en materia de opinión general se está implantando.

Y la defensa que pone en marcha nuestro cerebro es muy peligrosa. No nos afecta lo más mínimo ver como millones de personas mueren al año por guerras o desastres naturales. Lo vemos sentados con indiferencia desde nuestro sofá a miles de kilómetros.

Modismos televisivos

¿Quien conocía a Bashar Al Asad antes de la revuelta? Raras son las personas que criticaron los actos de dictador tirano e insensato antes de que su locura acabase de estallar en Siria.

¿Ahmadineyad sigue en Irán? Sí, pero Al Asad le ha robado el protagonismo y la crisis sobre la energía nuclear con propósito armamentístico ya no es noticia aunque siga de actualidad.

¿Ya no descarrilan trenes ni se estrellan aviones? Sí, pero ya no es la noticia del día puesto que ningún avión de los que se estrella es grande, occidental y estaba plagado de españoles o niños inocentes.

¿Mueren personas por el monzón en Asia? Sí pero no son muertes occidentales por lo que no tienen cabida en los titulares salvo que una catástrofe gigantesca multiplique los muertos y las desgracias por cinco.

¿Y la piratería en Somalia? Sigue existiendo y los piratas siguen secuestrando a personas pero como no son de nuestro país, no creemos que esta información tenga valor alguno. Solo nos interesó cuando un pobre pescador español fue secuestrado (pero nos dio completamente igual que al lado de éste pescador español hubiesen otros pescadores igualmente humildes pero de otros países).

¿Se incentiva la palabra de analistas expertos con opiniones diferentes en mundo del periodismo? No. Raras son las veces en que personalidades como Paul Krugman (premio Nobel de economía), Vicenç Navarro (catedrático de economía) o Ignacion Ramonet (director del mensual Le Monde Diplomatique) aparecen en público o en prensa escrita.

La información que se nos presenta corresponde única y exclusivamente a modas.

El punto de vista crítico

En este blog siempre se ha intentado dar hueco a personas con una opinión crítica y a la observación metódica de datos. Es una manera de pensar. Otros prefieren el sensacionalismo y se esconden tras la célebre frase “las estadísticas no lo son todo”. Y ciertamente no lo son. Pero conocer los datos apropiados (buscarlos y ofrecerlos es trabajo del periodista) a cada noticia y recibirlos por una fuente lo más objetiva posible es realmente importante para conocer realmente una noticia.

La2, Arte o diversos otros canales culturales son considerados “aburridos”. En su lugar, la audiencia apoya en masa (basándome en las estadísticas) programas en los que se fija como modelo la vulgaridad, el orgullo barato de ser idiota, la falta de cultura u otros valores decadentes y diametralmente opuestos a la cultura y al progreso social.

Entiéndase que no pretendo que las personas pasen sus horas libres leyendo a Schopenhauer. Ni creo que ese sea el modelo que imponer. Tampoco critico pasiones como el futbol u otros deportes. Lo que intento transmitir no es que todo el mundo deba recibir cultura a todas horas a través de los medios. Lo que quiero decir simplemente, es que la información que le llega al lector de prensa o internet y al telespectador de cualquier tipo de emisión, debe ser de calidad.

Si una persona prefiere ver un partido de futbol a una emisión sobre la navegación submarina es un derecho totalmente propio a la persona. Pero esa persona también tiene derecho a recibir, en cualquier caso, una información fiable, apropiada, buena, cordial y con un verdadero valor añadido para lo que está viendo el programa. Y recíprocamente, teniendo en cuenta la fuerza de los medios, todo periodista debería considerar estos modelos como un deber de profesión. Unas reglas de compromiso.

Poder elegir no es excusa

vacio 2Muchos presentadores de la conocida como “telebasura” argumentan que si millones de personas siguen cada noche sus programas, significa sin duda alguna que el programa es bueno. Obviamente, si se dice lo contrario, juzgamos automáticamente a millones de telespectadores. En definitiva, como muchas personas ven un programa malo, no se puede decir que ese programa es malo puesto que por algún motivo invisible, también estamos diciendo que los videntes de esa basura son malos.

Pues este razonamiento es esencialmente erróneo porque no justifica ninguna conclusión. ¿Pedro Piqueras o Jorge Javier Vázquez pueden responde a la siguiente pregunta?

  • ¿Por qué una gran audiencia es sinónimo de calidad?

Así de simple. Se me ocurren varios ejemplos que contradicen esta idea en muchos campos. El primero, que será fácil de comprender son las dictaduras o los regímenes autoritarios y despóticos. Y es que en mi humilde opinión el Nacional Socialismo de Adolf Hitler contó con un gran número de seguidores y no por eso era sinónimo de calidad. Más en relación con la televisión: un programa podría inventarse una mentira (un ataque nuclear en breves minutos) y mucha gente lo seguiría e incluso lo creería pero no por eso se trata de una emisión de calidad. La audiencia tan solo es sinónimo de capacidad de gancho pero no tiene porqué estar asociada a calidad.

De hecho, la sociedad se comporta como una esponja de información y absorberá la información que se le dé. Aún con la TDT experimentamos una enorme falta de originalidad, de cultura, de opinión crítica y de creatividad en la televisión. Las personas, en busca de un medio de desconexión ha optado por la vía fácil: telebasura puesto que es lo único que hay para elegir en los momentos de máxima audiencia.

Y ahí está el auténtico trabajo del periodista. Saber canalizar la información correctamente, sin sensacionalismos y con el contexto adecuado para que una persona pueda opinar con fundamentos y no a ciegas. Y eso hoy en día, aunque tengamos 30 canales distintos las 24h, es un tesoro raro y en vías de extinción. Una vez más, la culpa de la existencia de la telebasura no es de la audiencia, si no de los directivos de medios que han encontrado una forma fácil, barata y simple de contar con adeptos incumpliendo todos los preceptos del periodismo y por extensión de moralidad

Ejercicio personal

Evidentemente, muchos periodistas se dan cuenta de ésta realidad y prefieren hacer su trabajo alejados de los medios de masas pero en concordancia con sus ideales. Alejados de financiaciones diversas procedentes de la política, de la burguesía y de los magnates financieros, el trabajo de estos periodistas es independiente y objetivo, completo y riguroso, ejemplar y potente. Pero como en muchos otros campos, nadar a contracorriente requiere un esfuerzo y no encontraremos éstas publicaciones en los medios televisivos típicos, ni en la prensa diaria… Pero su trabajo para luchar contra la “Tiranía de la telecomunicación” (I. Ramonet) es valiente y honorable.

Mi breve experiencia personal me permite ilustrar este hecho con un ejemplo personal. Pienso tener una visión global y adecuada de lo que es la crisis económica actual y he recolectado algunos medios y medidas para solventar y mejorar la situación social. Lejos de tener los conocimientos en la ciencia de la economía para proponer ideas nuevas, leer ciertos expertos en medios poco comunes y hacerme con publicaciones económicas me ha permitido escapar a la corriente global y formarme una opinión independiente (y por tanto más objetiva). Lo peor llega cuando leo lo que explican los diarios y telenoticias más comunes: su aportación es superficial, fugaz, simple y no transmite ningún esfuerzo por parte del periodista. Peor aún, la visión depende del color del ente que publica. Por ejemplo, enmascarado por un silencio extraño, ningún diario se ha dignado a explicar la magnitud del MEDE… Sí que se ha sobrevolado el Pacto Fiscal. Pero de una forma tan partidista que en la calle se piensa que, o bien la solución económica para el país es el turismo vacacional, reactivar la construcción y recortar en sanidad y educación o bien derrocar el gobierno actual por mentiroso.

Evidentemente, estar en “modo receptivo” es importante para recibir la materia prima informativa, pero colocarse en “modo tratamiento” es igualmente necesario para hacernos mejores y crear nuestra propia opinión crítica y de alguna forma, hacernos únicos.

existencia

A todos mis lectores les hago una pregunta: ¿cuando fue la última vez que os concentrasteis en vuestra respiración y vaciasteis la mente de pensamientos? Evidentemente, este acto no solucionará por sí solo los problemas del mundo. No obstante, puede ayudarnos a escapar, aunque solo sea por unos instantes, de esta espiral de mecanización o más bien de deshumanización a la que estamos sometidos por la información que nos invade cada segundo. Este momento de espiritualidad (hoy en día, 5 minutos de silencio y paz son un trance prácticamente religioso) puede abrirnos los ojos con más facilidad de la que pensamos y puede ayudarnos a no caer en la mediocridad en la que muchos medios quieren introducirnos…

1 comentario:

Alba dijo...

Yo añadiría un punto más a los comentarios que has hecho respecto a la información dada en programarios de masas. Creo que su objetivo final no es informar al ciudadano, sinó más bien, aleccionarlo y crear una conciencia colectiva artifial según lo que quieran dar a entender. Ése es el único motivo que veo para poder entender el porqué de repetir ciertas informaciones (telediarios, programas de debate y hasta en la telebasura) una y otra vez, de forma sesgada y partidista.
En lo que no estoy del todo de acuerdo es que la audiencia no tenga su parte de culpa. Hemos entrado todos en una espiral de querer estar informados al acto, y creo que se ha creado como una consciencia colectiva, que no comparto, al hecho que "todos podemos influir y transmitir" dicha información y que debemos.
Globalmente y con ambos supestos en marcha es algo que no sabemos donde nos va a llevar...